No puedes verte a ti mismo. Sabes el aspecto que tienes
por espejos y fotografías, pero andando por el mundo,
cuando te mueves entre la gente, ya sean amigos,
desconocidos o los seres que más quieres íntimamente,
tu propio rostro resulta invisible para ti. Puedes ver otras
partes de ti mismo, brazos y piernas, manos y pies,
hombros y torso, pero sólo por delante, nada por la
espalda salvo la parte de atrás de las piernas si las tuerces
y las pones en la posición adecuada, pero no la cara,
nunca tu rostro, y en el fondo -al menos en lo que
respecta a los demás- tu rostro es lo que eres, el factor
esencial de tu identidad (...)
por espejos y fotografías, pero andando por el mundo,
cuando te mueves entre la gente, ya sean amigos,
desconocidos o los seres que más quieres íntimamente,
tu propio rostro resulta invisible para ti. Puedes ver otras
partes de ti mismo, brazos y piernas, manos y pies,
hombros y torso, pero sólo por delante, nada por la
espalda salvo la parte de atrás de las piernas si las tuerces
y las pones en la posición adecuada, pero no la cara,
nunca tu rostro, y en el fondo -al menos en lo que
respecta a los demás- tu rostro es lo que eres, el factor
esencial de tu identidad (...)
Todos somos extraños para nosotros mismos, y si tenemos
alguna sensación de quiénes somos, es sólo porque vivimos
dentro de la mirada de los demás.
alguna sensación de quiénes somos, es sólo porque vivimos
dentro de la mirada de los demás.
Paul Auster